Esta tercera colección irá subiendo paulatinamente. Se compone de 120 fotografías.
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CRÓNICA DE URGENCIA
Hoy, día 10 de noviembre del año 2010, hemos partido de la Miranda casi a las nueve y media de la mañana en dirección a la Garrotxa. El viaje ha resultado especialmente tranquilo aunque todos estábamos algo nerviosos por llegar a nuestro destino, donde sabíamos que la naturaleza nos había preparado espectáculos memorables. El otoño se vestía con sus mejores galas y escoltaba nuestro marcha a ambos lados de la autopista. Poco después de las once de la mañana, llegábamos a las faldas del Cruscat. Allí nos aguardaban nuestros monitores que nos guiaron hasta el volcán más alto de la península. Las inconmensurables fuerzas geológicas labraron hace milenios un espectacular paisaje que se ofrecía a nuestros ojos atónitos en una inmensa sinfonía de rojos sublimes. Casi sentíamos bullir bajo nuestros pies el magma, que había esculpido con su poderoso cincel las gigantescas esculturas de lava que podíamos contemplar en un fabuloso museo al aire libre. Todo lo que habíamos estudiado en las clases de "medi" cobraba vida ante nosotros en un maravilloso alarde de rocas y colores. Las sabias explicaciones de nuestros guías iban acompañando a nuestro asombro ante una naturaleza deslumbrante. Abandonamos el Cruscat y descendimos por un suave sendero desde el que podíamos disfrutar de unos verdes que nos asombraban, de unos amarillos que casi nos deslumbraban en la diáfana luz del mediodía, y después de tomar de nuevo los autocares nos encaminamos a la "fageda d'En Jordà", el hayedo más meridional de Europa, el que inspiró al insigne Maragall, unos versos inolvidables dignos de su belleza. Entre sus laberínticos caminos se desplegaba una elegantísima alfombra roja, que envidiarían las más rutilantes estrellas de hollywood al recibir los oscars, o los reyes de cualquier época al dirigirse a la coronación, una alfombra de hojas rojas con las mejores galas por la que paseamos, disfrutando de las hayas y de unos amarillos y ocres que nos envolvían con la alegría de sus tonos y nos llenaban de entusiasmo ante la belleza del paisaje. Después de abrazar a las hayas, tuvimos que volver al aparcamiento para comer y retornar a Barcelona. Nos hubiera encantado poder permanecer mucho más tiempo para disfrutar
de la melodía de los colores compartida con nuestros compañeros, y seguramente pensamos que Gracián se equivocaba cuando dijo "lo breve, si bueno, dos veces bueno" porque hubiéramos querido pasear más por los caminos engalanados, jugar más tiempo con nuestros amigos, respirar la paz que nos regalaban las árboles y seguir aprendiendo al aire libre, pero el día resultó muy corto y el colegio nos aguardaba ya con añoranza.
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